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TRIBUTO AL PROFESOR ABRAM CHAYES
Hacer Que Estados Unidos Se Apegue a Sus Mas Altos Estándares:
Abe Chayes y Nicaragua en la Corte del Mundo

Por: Paul S. Reichler

I PARTE

       INDICE

  I PARTE:
    Abe Chayes
:
   -Abe,
    Sandinistas y
    EEUU

   -Contexto de
    la Demanda:

   Intensificacion
   de la Guerra
   -19/Julio/83:
    Nace idea de
    la Demanda

   -Abe acepta     defender
    Nicaragua


   II PARTE
   III PARTE

   Referencias

Paul S. Reichler es un abogado en la firma Foley, Hoag Y Eliot LLP, Washington, C.C. Éste es el primer artículo escrito por un miembro del equipo legal de Nicaragua ante la Corte del Mundo sobre los orígenes del caso, su contexto y objetivos políticos, las estrategias perseguidas, y el impacto de la victoria de Nicaragua en su confrontación de una decada con los Estados Unidos. Fue el gran privilegio del autor de este articulo servir como co-consejero junto con el profesor Abram Chayes.

A las innumerables preguntas acerca de que porqué él representaba al gobierno Sandinista de Nicaragua en su demanda de la Corte del Internacional de Justicia contra el gobierno de Reagan de los Estados Unidos, el profesor Abram Chayes -Abe- dio siempre la misma respuesta:

Para hacer que Estados Unidos se apegue a sus mas altos estándares.

Para Abe, los mejores estándares de Estados Unidos incluian: el respeto a la ley; el compromiso con la solución pacífica de conflictos; la tolerancia de la opinión política y filosófica; la simpatia con las víctimas de la opresión y de la injusticia; y la vocación por la verdad en discurso público.

Abe creia profundamente que Ronald Reagan, Oliver North, William Casey, Elliot Abrams, y compañía pisoteaban estos valores sagrados -los mismos que habian hecho de Estados Unidos la nación más grande y poderosa del mundo -en su cruzada obsesiva y sin escrupulos para destruir la "Revolución Sandinista", que nunca planteó ninguna amenaza a los intereses estratégicos o al bienestar de Estados Unidos.

Para Abe, la demanda era mucho más que una defensa de las derechos universalmente reconocidos de Nicaragua como un estado soberano: independencia política; soberanía territorial; y libre de la intervención extranjera en sus asuntos internos. Era, sobretodo, un desafío al los poderosos en Washington para que actuasen de acuerdo con los principios nobles que este país (EEUU) abrazaba y que lo colocaban aparte de el resto del mundo.

Abe era mucho más que un abogado internacional brillante. Él fue también un estratega consumado de la politica pública. Su determinación para hacer cumplir a Estados Unidos con sus mas altos estándares no fue un ejercicio en idealismo romántico. Por el contrario, fue una estrategia habil, práctica, y en última instancia acertada para terminar con las operaciones militares y paramilitares de Estados Unidos de America contra Nicaragua: cortando la fuente de la "ayuda mortal" a las fuerzas contrarrevolucionarias que los Estados Unidos habían reclutado, entrenado, y armado para derrocar al gobierno de Nicaragua; y creando el clima para las negociaciones que conducirían a la paz en Centroamerica. La demanda de la Corte del Mundo fue una parte esencial de esta estrategia.

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Tuve el honor de reclutar a Abe para que condujera al pequeño equipo de distinguidos abogados en ley internacional que Nicaragua, en forma discreta, estaba formando para conducir su esfuerzo legal histórico contra los Estados Unidos. En enero de 1984 fui a verlo para este propósito, unos tres meses antes de que al demanda fuera introducida. Nos reunimos en su oficina en el Colegio de Abogados de Harvard. La densa nube de humo de su cigarro, que le obscurecia parcialmente la cara, haciendola visible solamente en contorno, le dio una calidad irreal al encuentro, y por un instante me pregunte si soñaba toda esta escena. Pero no había manera de confundir su voz: de gran alcance, profunda, fornida, y pero a la vez dando la bienvenida y animadora. No había cambiado en los trece años desde que, como estudiante del primer año, me senté hipnotizado por él, en su curso de Procedimiento Civil Federal. Abe tenía un dominio total de la sala de clase. Como profesor, era autoritario, carismático, entretenedor, y lleno de la vida, pero nunca intimidante. Él sabia conectarse con sus estudiantes, dandoles la sensación que él estaba a su lado y que creía en ellos; animadoles para que pensaran de forma original. Yo había entrado en el Colegio de Abogados inseguro de mi deseo de estudiar las Leyes. Abe me curó de todas mis dudas.

Aunque no había advertido por adelantado a Abe acerca de la razón por la que deseaba reunirme con él, me dijo de inmediato que él ya lo sabia. Él sabía que había sido abogado del gobierno de Nicaragua desde 1979, cuando la sublevación popular conducida por el Frente Sandinista de Liberación National (FSLN) derrocó la dictadura del general Anastasio Somoza, uno de los más brutales y venales de todos los tiranos que han afligido Latinoamérica. Por desgracia, el general Somoza gozó de la ayuda militar, económica, y política de los Estados Unidos hasta casi el final de su reinado de terror, cuando presidente Jimmy Carer lo abandonó su muy merecido fin. Abe también sabía que mis clientes nicaraguenses y yo habíamos probablemente leído su escrito de Noviembre de 1983 en el periodico New York Times, con el cual él demolió la falsa justificación legal de la administración de Reagan para invadir Grenada, y la condenó como una violación de los principios fundamentales del derecho internacional, y en el que espresaba gran preocupación de que la administración podia hacer de Nicaragua su objetivo siguiente. Abe lo pudo presentir, ya que más adelante fue descubierto que, al mismo tiempo que el artículo de Abe fue publicado, la Agencia Central de Inteligencia (CIA), utilizando a sus agents, habia hecho explotar los tanques de almacenamiento de petroleo, las tuberías, y las instalaciones portuarias de Corinto y habia minado los puertos de Nicaragua.

Nuestra discusión de la ley, ese día en Cambridge fue muy breve. La demanda legal fundamental de Nicaragua era, para la mayoría de los abogados internacionales, una victoria asegurada. Estados Unidos, al apoyar fuerzas contrarrevolucionarias que intentaban derrocar al gobierno de Nicaragua, ponia al desnudo su interferencia ilegal con la independencia política y la soberanía territorial de Nicaragua, su violación de las cartas de las Naciones Unidas y La Organizacion de Estados Americanos, así como del derecho internacional en general. Todas la pruebas que Nicaragua necesitaba para ganar su caso eran parte del expediente público en los Estados Unidos y eran inequívocos, al ser parte del Expediente del Congreso (Congressional Record). De hecho, un acta del Congreso de los EEUU expresamente autorizaba la disposición de los fondos para ayuda militar y de de otro tipo al los "Contras". Los líderes del congreso en ambos lados de ese asunto habían hablado abiertamente sobre los propósitos de la ayuda. Algunos de los opositores, tales como el representante Jim Wright, el entonces líder de la mayoría y mas tarde vocero de la Cámara de Representantes, había criticado la ayuda debido a que violaba el derecho internacional.

El foco de mi reunión con Abe estaba centrado sobre los Sandinistas. "Dime todo sobre tus clientes" dijo Abe con su gran voz, "deseo saber quiénes son realmente, cual es su opinion de los Estados Unidos, la Union Sovietica y Cuba, que es lo que ellos están tratando de lograr, y si están preparados a hacer lo necesario nacional e internacionalmente para lograr relaciones normales con los EEUU". Asi pasamos varias horas en discusión, con Abe interrogándome a profundidad. Al final, él se sentó en silencio, analizando todo lo que había oído y comparándolo con lo que le decia su propia intuición, en la cual él siempre tenía gran confianza, y con la investigación, que obviamente antes de mi visita, él había realizado. "De Acuerdo" dijó finalmente, "Estoy interesado en considerar este asunto un poco mas. ¿Cuál es el paso siguiente?". Le dije que me habian autorizado a invitarle a Nicaragua para reunirse con los líderes Sandinistas, sus opositores políticos internos, y cualquier persona que él quisiera ver para que le ayudara a decidir sobre aceptar el caso o no. Le dije que hacer el viaje no significaria un compromiso de su parte de tomar el caso, y despues de regresar él debia sentirse libre de negarse si ésa era su inclinación. "¿Que tan pronto podemos ir?"

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La decisión de Nicaragua para demandar los Estados Unidos en el la Corte Internacional de Justicia no fue tomada ligeramente. Fue alcanzada después de meses de la deliberación y de consultas secretas con amigos confiables (algunos de los cuales aconsejaron contra ella), y del extensa discusión entre los nueve miembros de la Dirección Nacional (el órgano más alto del FSLN). Los nueve habían sido líderes politico-militares de la larga lucha larga contra la dictadura de Somoza. Al alcanzar el poder, estos tenian solamente experiencia en teoría revolucionaria, conspiración, guerra de guerrillas, y de los problemas cotidianos de los campesinos pobres y de los habitantes de los tugurios urbanos de Nicaragua, quienes les dieron santuario durante la larga lucha contra la dictadura. Ninguno era abogado, mucho menos abogado de ley internacional. Y ninguno era un experto en política o diplomacia internacional, aunque la confrontación de vida o muerte con los Estados Unidos definitivamente aceleró su aprendizaje.

La relación bilateral entre Nicaragua revolucionaria y los Estados Unidos comenzo torpemente, sin sorprender a nadie. Los Sandinistas sospechaban de los Estados Unidos, que, después de todo, había apoyado la dictadura de Somoza por cuarenta y cinco años y había creado y equipado a la infame Guardia Nacional, las fuerzas armadas que sirvieron de gendarmería personal de los Somoza y la qué reprimió violentamente toda oposición política. Sin embargo, los nuevos líderes de Nicaragua sabían que sería un suicidio tener los Estados Unidos como enemigo, y detectaron que la administración de Carter, con su énfasis en derechos humanos y el respecto por la soberanía de naciones independientes, era diferente a las administraciones anteriores de Estados Unidos. Por otra parte, a pesar de que su entrenamiento y vision del mundo marxistas, la mayoría de los nueve admiraban la sociedad, la cultura, y los valores de EEUU.

Esta actitud esquizofrenica hacia los Estados Unidos se manifestó prontamente, durante la visita de septiembre 1979 a Washington de parte del Líder de la junta y futuro presidente Daniel Ortega, del futuro vice-presidente Sergio Ramirez, y del sacerdote católico que sirvió como Ministro de Relaciones Exteriores desde 1979 a 1990, Miguel d'Escoto. Al principio, alta tensión caracterizó la primer reunión con el presidente Carter y el Secretario del Estado Cyrus Vance. Miguel d'Escoto, quien nació en Hollywood y vivio por muchos años en Nueva York, ejemplificaba la relacion de odio y amor entre los Sandinistas y los Estados Unidos. El comenzo la reunión diciendo al presidente y al Secretario de Estado que, basado en el papel jugado por los Estados Unidos al apoyar a la dinastía de Somoza "no les tengo confianza". El Secretario Vance contestó tranquilamente: "Sr. Ministro de Relaciones Exteriores, si yo fuera usted, no nos confiaría tampoco. Pero ha llegado el tiempo para que establezcamos una nueva relación, y nos ganemos la confianza, basada en respecto mutuo. Nosotros estamos dispuiestos si ustedes lo estan". Con esa observación, el hielo se derritió y fue seguido por un diálogo constructivo. De hecho, la administración de Carter creó un modesto paquete de ayuda económica, y las relaciones de Nicaragua con los Estados Unidos mejoraron constantemente durante los siguientes catorce meses, hasta que el presidente Carter fue derrotado al tratar de ser re-elegido.

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La plataforma del partido republicano en 1980 no presagiaba nada bueno para las relaciones de EEUU-Nicaragua. Esta plataforma clamaba abiertamente a que la nueva administración de Estados Unidos reverteria la Revolución de Sandinista. La plataforma, junto con el renombrado anti-comunismo e ideología conservadora de Ronald Reagan, indicaba una política de confrontación áspera, temida y anticipada por los Sandinistas. Mientras que se preparaban para enfrentar esta amenaza, una crisis se presentó confirmado las peores sospechas acerca de unos y otros, Sandinistas y la nueva administración de Reagan, y asi disminuyendo las probabilidades de alcanzar un acuerdo. La crisis se presentó en El Salvador, en donde insurgentes de izquierda habían estado luchando para derrocar un gobierno militar tan terrible como el régimen de Somoza en Nicaragua. En diciembre el de 1980, el ejército de El Salvador actuando violentamente contra la población civil, asesino centenares de personas, entre estas victimas estuvieron un grupo de monjas norteamericanas. El mes siguiente, los rebeldes planearon una "ofensiva final," creyendo que estaban en el borde de la victoria. Los rebeldes [Salvadoreños] que habían apoyado a los Sandinistas, llamaron a estos a que reciprocaran el apoyo con armas y equipos escenciales para lo que ellos creian era la batalla final de la guerra. Los Sandinistas hasta entonces habian resistido la tentación de apoyar sus contrapartes Salvadoreños, para evitar antagonizar a los Estados Unidos. Pero, en esos momentos sentieron que era imposible abandonarlos, y les suministraron los materiales de guerra que los Salvadoreños pidieron (y que ellos en turno habian recibido de Cuba). Los Sandinistas esperaba que una victoria de los rebeldes en El Salvador, antes de que llegara la administración de Reagan, terminara su aislamiento en Centroamerica y crearia a un aliado en la proxima confrontación con los Estados Unidos, haciendo más difícil para presidente Reagan "revertir" la revolución.

La estrategia falló. Con la ayuda de los Estados Unidos, la "ofensiva final" fue derrotada por el gobierno de El Salvador, y los Sandinistas fueron descubiertos traficando armas con los rebeldes de Salvadoreños. Esto endureció la opinión de la nueva administración republicana de que los Sandinistas era comunistas de estilo Cubano, dedicados a la exportación de la revolución en Centroamerica y más allá. La crítica republicana de presidente Carter por haber sido "engañado" por los Sandinistas fue tan intensa que incluso él, en sus días finales en la presidencia, se sentió obligado a suspender la ayuda económica a Nicaragua. Los Sandinistas sabía que se avecinaban tiempos duros. Poco después tomar el poder, la nueva administración de Estados Unidos envió discretamente un mensaje fuerte a Managua, a través de un número de diversos canales. Yo fui uno de ellos. Otro fue el secretario del estado auxiliar Thomas Enders, quien viajó a Nicaragua a reunirse personalmente con Ortega. El mensaje, esencialmente, era: "Manos fuera de El Salvador. Si usted apoyan la revolución allí, o en cualquier otro lugar, usted serán nuestros enemigos y las consecuencias serán severas. Si ustedes prestan atención a este consejo, intentaremos alcanzar un modus vivendi con ustedes." Trágicamente para Nicaragua, la primera parte del mensaje era verdad; la segunda era una mentira.

Convencidos de que la amenaza de Estados Unidos no era en vano, los Sandinistas prestarón atención al mensaje. Aunque esta decisión causó considerable disensión interna entre los Sandinistas y los rebeldes SaIvadoreños, los Sandinistas dejaron de enviar armas a los SaIvadoreños. Esto fue mas tarde demostrado en la Hague, sobre todo por el testimonio experto de David MacMichael, un anaIista de la CIA desde marzo de 1981 hasta abril de 1983, cuyo trabajo era analizar la informacion recogida de todas las fuentes para determinar si y en qué medida los Sandinistas estaban implicados en el suministro de armas y otros materiales de la guerra a los Salvadoreños. MacMichael, bajo interrogacion de Abe, atestiguó que no había evidencia creíble que los Sandinistas se dedicaron a tales activities[1]. Además, él atestiguó que, en la vista de la vigilancia extensa empleada en un esfuerzo de obtener la evidencia de trafico de armas de los Sandinistas, él podría concluir solamente que debido a la ausencia de tal evidencia, ninguna actividad de este tipo ocurrió [2]. MacMichael reconoció que los Sandinistas había enviado armas a los Salvadoreños en Enero de 1981, como ayuda en la "ofensiva final," pero insistió que desde entonces no habían continuado [3]. Él atestiguó que las acusaciones de la Casa Blanca acerca de la continuación del trafico de armas por parte de los Sandinistas, eran una mentira deliberada, diseñada para obtener la ayuda del Congreso en los esfuerzos por derrocar el gobierno de Nicaragua. El acto de la conciencia de MacMichael lo costó caro, pues en el futuro tuvo gran dificultad en encontrar empleo.

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Mientras que estos hechos debian haber tenido algun effecto, no lo tuvieron. Muy pronto, después llegar a la presidencia, Reagan encargó al director de la CIA William Casey de desarrollar un plan para derrocar el gobierno de Sandinista, incluyendo "operaciones secretas" de naturaleza militar y paramilitary. El plan incluyó la ayuda y el incitamiento de los grupos internos de la oposición dentro de Nicaragua, tales como los partidos políticos, sindicatos, organizaciones de negociantes, y medios de comunicacion, y para una campaña masiva de la propaganda dirigida a desestabilizar el régimen [Sandinista]. La pieza central de este plan era el reclutamiento, el entrenamiento, el armamiento y la dirección de un ejército contrarrevolucionario, integrado inicialmente por los antiguos miembros de la Guardia Nacional de Somoza que habían tomado el refugio en Honduras. Al principio, la CIA intentó guardar un bajo perfil trayendo oficiales del ejército de Argentina para entrenar a los Contras. Sin embargo, con la creciente implicación e inversión de Estados Unidos, el papel de CIA llego a ser cada vez más evidentes; la fachada de los Argentinos fue desechada y la CIA asumió el control control operacional directo. En noviembre de 1981, los Contras dinamitaron dos puentes importantes en el norte de Nicaragua, impidiendo que millares de cultivadores campesinos de café transportasen su cosecha, la exportación principal de Nicaragua, al mercado, dando asi un golpe devastador a la frágil economía del país. Definitivamente, la guerra habia empezado.

En 1982, la guerra se intensificó. Los Contras recibieron armamento sofisticado de Estados Unidos, y sus filas se incrementaron a más de 10,000 miembros. La frecuencia, el descaro, y la capacidad destructiva de sus incursiones a través de la frontera hondureña se multiplicaron. Incapaces de tomar y sostener territorio, los Contras sembraban terror en los campos nicaraguense, forzando a los Sandinistas a adoptar una serie de medidas de seguridad drásticas. Éstas incluyeron el servicio militar, el estado de la emergencia, el cual puso restricciones en actividad política de la oposición y redujo el apoyo popular para el régimen, alimentando los esfuerzos de reclutamiento de CIA entre campesinos decepcionados [de la Revolucion]. Una operación de esta magnitud no se podía mantener "oculta", y ni la Casa Blanca ni la CIA intentaron guardarla como tal. Por el contrario, se jactaron de que apoyaban "combatientes de la libertad" y que su objetivo era hacer a los Sandinistas gritar "uncle"("o pedir cacao").[4]

Los Sandinistas se doblaron, pero nunca se quebraron. Promovieron una política de dos lineas. Primero, para defenderse militarmente contra la CIA y sus Contras, que comenzaban a plantear una amenaza seria al régimen, constituyeron un ejército enorme y lo proveieron de armas y municiones obtenidas sobre todo de la Union Sovietica y sus aliados, porque estos eran los únicos dispuestos a proveer en crédito las cantidades de materiales de guerra necesarios. Simultáneamente, los Sandinistas lanzaron una ofensiva diplomática total para lograr un acuerdo negociado con los Estados Unidos y atraves de este, terminar los esfuerzos de Estados Unidos de derrocar el gobierno. En el nivel multilateral, los Sandinistas dieron su apoyo total al grupo de Contadora, que consistió inicialmente de Panamá, Venezuela, México, y Colombia, y más adelante por Argentina, Uruguay, Brasil, y Perú. Contadora se esforzó por alcanzar la paz dentro de Centroamerica y entre Nicaragua y los Estados Unidos. En el nivel bilateral, presentaron los Estados Unidos con un paquete de propuestas de tratados de la paz que, a cambio de relaciones normales entre los dos países, habrían confinado el apoyo Sandinista a los movimientos rebeldes en otros países centroamericanos o otras formas de interferir en los asuntos de sus vecinos, y a respetar los derechos humanos y poner en ejecucion reformas democráticas en Nicaragua. Estos tratados constituyeron una respuesta positiva a todas las demandas que los Estados Unidos habían hecho de los Sandinistas.

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La administración de Reagan no tenía ningún interés iniciativas de paz. Al ignorar al grupo Contadora, torpedearon estas iniciativas, y al ejercer presión sobre Honduras y El Salvador que, con sus regímenes inestables -apoyados por militares dependientes de la ayuda de Estados Unidos, se opusieron a cualquier acuerdos que dejaran en paz a Nicaragua. A los tratados de paz propuestos por los Sandinistas, que resolvian todas las demandas excepcionales de Estados Unidos, la Casa Blanca respondio con su rechazo; no se tomaria el simple "sí" por respuesta. Nadie en el gobierno de Estados Unidos recibió al Ministro de Relaciones Exteriores d'Escoto cuando él vino a Washington a presentar los tratados; ni se aceptaron oficialmente las copias de los tratados. Exasperado, el Ministro de Relaciones Exteriores los depositó en el periodico Washington Post y volvió a Nicaragua; este periodico publico un título de primera pagina y los caracterizaba como acuerdos importantes en relaciones de EEUU-Nicaragua. Ni los medios de comunicacion [de EEUU] ni persona alguna pudieron detener a la administración (de Reagan) en su celo de aislar y destruir a la revolución nicaragüense. La propaganda anti-Sandinista era tan intensa que muy pocos se atrevieron a intentarlo. La mayoría de los miembros del congreso, o se creyeron el mensaje de la administración de que los Sandinistas era comunistas hasta morir y que servían como el sustituto centroamericano de la Union Sovietica, o estaban temerosos de ser atacados como 'suaves' respecto al comunismo de tal manera que todos [en el congreso de los EEUU] se acobardaron y apoyaron la guerra secreta que ya no lo era mas. En 1983, el congreso abierta y expresamente autorizó los fondos para la guerra, no obstante conforme a una claúsula que servia de hoja de higo, conocida como la enmienda de Boland, los fondos no podrían ser utilizados con el fin de "derrocar" el gobierno de Nicaragua. Esta clausula fue neutralizada fácilmente por la CIA ya que divulgó falsamente que ni la CIA ni los Contras intentaban derrocar los Sandinistas, sino que simplemente trataban de evitar el envio de armas a El Salvador, aunque bien sabían que el Sandinistas habian cesado de enviar [5].

Nicaragua parecía no tener salida, y sin embargo, la CIA apenas empezaba. En 1983, se abrió un "frente sur", organizando una nueva fuerza de Contras en Costa Rica, al otro lado de la frontera de Nicaragua. Ahora los Sandinistas estaba bajo presión en el norte y en el sur, luchando una guerra de dos frentes. La llegada de más ayuda militar soviética, necesaria para su supervivencia, solamente proporcionó más combustible para la máquina de la propaganda de la Casa Blanca. ¿No era esto una prueba de que Nicaragua se habia convertido en in satelite de la Union Sovietica? Había muestras que los Demócratas en congreso, especialmente en la cámara de representantes controlada por ellos, estaban cada vez mas inquietos con la belicosidad de la administración, y preocupados por el comportamiento del Contras, que organizaciones respetables de derechos humanos acusaban de repetidas atrocidades contra civiles inocentes. La CIA, en particular, fue criticada seriamente por preparar y distribuir entre los Contras un manual de campo titulado "Operaciones Psicologicas en la Guerra de Guerrillas", que recomendaba el asesinato de los líderes locales civiles Sandinistas. A pesar del llamado "Manual del Asesino de ClA," no habian suficientes votos para cortar la ayuda de Estados Unidos, pero el margen de votos en la casa de representantes que favorecían la política de la administración estaban disminuyendo.

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Éste era el contexto en el cual nació la idea de una demanda de Nicaragua contra los Estados Unidos en la Corte del Mundo. Vino a luz en una discusión que tuve con Carlos Argüello, ministro de Justicia de Nicaragua, el 19 de julio de 1983. Arguello era un abogado excepcional con una mente aguda y afilada, que creció en Nueva York y hablaba inglés fluido y sin un acento. Él era uno de los muy de pocos funcionarios de Sandinista (junto con d'Escoto -nacido en Hollywood) con una comprensión sofisticada de las actitudes, valores, política, y la sociedad norteamericanas. Atraves de los cuatro años de desafíos difíciles que pasamos juntos, nos hicimos buenos amigos y pasamos muchas noches largas discutiendo las relaciones del EEUU-Nicaragua. ¿Qué se podía hacer para cambiar la política de Estados Unidos? No había manera de alterar el pensamiento ideológico que dominaba en la administración de Reagan. La única esperanza era persuadir a congreso y parar la guerra al cortar los fondos que la sostenian.

Al haber cabildeado en vano contra la "ayuda a los contra" por más que un año, era obvio para mí que nunca podríamos ganar la discusión mientras la pregunta era si el Sandinistas era comunistas del estilo Cubano en al servicio de la Union Sovietica. La repuesta era que No lo eran, pero la campaña de la propaganda de la administración había abrumado los esfuerzos de Nicaragua de presentar un cuadro más objetivo de sí misma. E incluso si los miembros del congreso reconocian que la administración exageraba crudamente las faltas de los Sandinistas y la amenaza que representaban para los Estados Unidos, estaban temerosos de convertirse en blancos de los ataques de la derecha que los acusaría de marionetas de los comunistas. Era claro que para ganar el discusión en el congreso habia que cambiar la pregunta.

Ésa fue la razón de proponer que Nicaragua demandara los Estados Unidos en la Corte Internacional de Justicia: para cambiar el foco del discusión en congreso para ganar votos próximos acerca de la ayuda a la contra. La pregunta no sería más la pregunta simplista que hacia (y contestaba) la administración de Reagan: ¿Son los Sandinistas los comunistas que amenazan la existencia misma y los intereses de Estados Unidos?. Con los Estados Unidos en el lugar del demandado en la Haya, los miembros del congreso tendrían que preguntarse que si los intereses nacionales de Estados Unidos era verdaremente servidos cuando los EEUU desatendia insensiblemente y socavaba los principios más fundamentales del derecho internacional. Como Abe Chayes lo puso durante nuestra reunión en Cambridge, la demanda forzaría un cambio en la discusión al llevar un espejo a la cara de EEUU y retandolo con la imagen de sí mismo como nación observadora de la ley, orgullosa de su papel en la creacion, apoyo y defensa del orden legal internacional. La reflexión no podía ser agradable: un bandido internacional culpable de las mismas ofensas -pisoteando en la independencia política y la soberanía territorial de una nación pequeña e indefensa- y que los EEUU asociaron con el adversario al que llamaron desdeñosamente el "Imperio del Mal".

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Como Abe apuntó, la buena fortuna de Nicaragua fue que en los Estados Unidos se le tenia gran estima a la Corte Internacional de Justicia. En 1980, la administración Carter había ido a la Corte a desafiar la toma por parte de Irán, de la embajada de Estados Unidos en Tehran junto con veintenas de empleados diplomáticos; la corte respondió con una condena unánime a estas acciones y con una orden a Irán para que devolviera la embajada y liberara a los rehenes. La autoridad moral y legal del orden judicial consolidó la posición de Estados Unidos en relación a Irán, y ayudó a persuadir a este último a que aceptara un arreglo diplomático. La demanda de Nicaragua fue diseñada de forma semejante para capturar una alta posicion moral y utilizar esta posicion para ganar el apoyo de la comunidad internacional, de la opinión pública de Estados Unidos, y, en última instancia, del congreso de Estados Unidos. En su demanda, Nicaragua llevó la misma bandera que los Estados Unidos habia enarbolado contra lran: la lucha para el cumplimiento con el derecho internacional. Y como Irán, los Estados Unidos tomarían el papel de defender lo indefendible.

No era necesario cambiar el pensamiento de cada persona respecto a la política de Estados Unidos hacia Nicaragua. Todo que se necesitaba para derrotar la ayuda para la Contra era obtener los votos de cerca de quince o veinte miembros de congreso, la mayoría de ellos los Demócratas de la Casa de Representantes. La atención de la opinión pública y de los medios, conmovidos por la demanda de Nicaragua, era seguramente provechosa en facilitar su conversión. Pero primero era necesario convencer a los Sandinistas mismos, que sabían poco sobre la corte y temian que, como el consejo de seguridad y otros órganos de los Naciones Unidas, era susceptible a la manipulación de Estados Unidos. Este miedo fue alimentado por los Sovieticos y, especialmente, los Cubanos, que aconsejaron fuertemente en contra de la demanda de Nicaragua. Aunque creian indudablemente que los Estados Unidos tenia gran influencia sobre la corte y podrían bloquear cualquier decisión adversa, es dificil resistir la sospecha de que, ni la Union Sovietica ni Cuba, se sentirian halagados por la búsqueda de Nicaragua de un juicio que condenase la intervención extranjera en los asuntos de un estado soberano. Sin embargo, Arguello y el d'Escoto vieron inmediatamente que la demanda ofrecia una posibilidad verdadera de terminar la ayuda militar de Estados Unidos a los Contras, lo que que rápidamente se estaba convirtiendo en la prioridad nacional número uno de Nicaragua. El Ministro de Relaciones Exteriores me pidió que preparara un memorandum comprehensivo describiendo a la corte, identificando a los jueces, y describiendo todos los argumentos legales de Nicaragua y la evidencia de apoyo, con un analisis las defensas legales basadas en hechos anticipadas de los Estados Unidos, discutiendo los resultados posibles de la demanda, y prediciendo cómo la politica de Estados Unidos -particularmente respecto al apoyo de losContras- sería afectada. Mientras tanto, él cabildearía a Daniel Ortega y otros líderes dominantes de la Dirección Nacional para comenzar el proceso de convencerles a que autorizasen la demanda.

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El proceso tomó varios meses. Consultas discretas fueron hechas con gobiernos amistosos, incluyendo México, en cuyas filas diplomáticas estaban dos de los expertos legales internacionales mas respetados de de Latinoamérica: el Ministro de Relaciones Exteriores Bernardo Sepúlveda y su precursor (y entonces Embajador en Francia) Jorge Castañeda. Ambos convinieron que Nicaragua tenía un caso fuerte en los méritos, algo que ya sabíamos. Pero más importante, cada uno de ellos expresó la opinión que, a pesar de la presión enorme que se esperaba iban a ejercer los Estados Unidos, la corte ofrecería un juicio basado en los méritos del caso. Otra consulta crítica ocurrió en las oficinas de las Naciones Unidas en Nueva York. Una reunión fue arreglada con uno de los jueces de la corte, de una nación no alineada, para investigar si, en su opinión, la Corte ofrecería un juicio imparcial en un caso traído por Nicaragua en contra de los Estados Unidos, o que si los jueces se sentirían obligados, por cualquier razón, a favorecer los Estados Unidos. La respuesta era inequívoca: la composición de la corte era tal que podría contarse con ella para decidir el caso basado en los méritos.

En enero de 1984, el gobierno de Nicaragua decidió demandar los Estados Unidos en el la Corte Internacional de Justicia. Un excitado Ministro d'Escoto me llamó a un lado, en una recepción en Managua, para darme la noticia. El día siguiente, d'Escoto, Arguello, y yo nos reunimos con Daniel Ortega y Sergio Ramirez para discutir cómo proceder. Los nicaragüenses estaban impacientes por presentar la demanda en cuanto antes. La guerra se había extendido. Los oleoductos y los tanques de almacenaje a través del país estaban siendo dinamitados, y las minas puestas en los puertos, amenazaban cortar todo el comercio con el mundo exterior. Los Sandinistas se sentían con lazo al cuello.

Sugerí que nuestra primera tarea seria el reclutar a un equipo de abogados prominentes de ley internacional, con experiencia ante la Corte del Mundo, para manejar el caso. Ya había decidido en recomendar a Abe Chayes como los consejero principal. Ortega me miraba como si yo estuviera loco; d'Escoto explicó que este caso era "demasiado importante para Nicaragua como para confiarselo a extranjeros". "¿Entonces, a quiénes van a conseguir para que los represente?" Pregunte incrédulamente. "Ustedes" dijo Ortega, resuelto, señalando a Arguello y a mí mientras que los otros indicaron su asentimiento. Me abrumé por su exhibición de confianza en mí y en la ingenuidad de su proposición. "Aprecio su confianza," yo respondí, "pero este caso es demasiado importante para confiarlo exclusivamente a abogados que nunca han aparecido ante la Corte. Ciertamente que me desempeñaré prestando mis servicios en el equipo legal de Nicaragua, si eso es lo que usted desea, pero para ganar el caso debemos emplear a abogados con la experiencia y el prestigio internacionales que el caso requiere. Por supuesto, deben ser gente en la que Nicaragua pueda confiar. Afortunadamente, sé a alguien que sería perfecto para la tarea, un antiguo profesor mío en el Colegio de Abogados de Harvard." Después de una discusión muy larga, me autorizaron a acercarme a Abe, para determinar si él estaba interesado y, si fuese así, invitarlo a Nicaragua. Los Sandinistas no estaban listos todavía para emplear a un "extranjero," pero por lo menos estaban dispuestos a reunirse con uno.

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La visita de Abe a Nicaragua en Febrero de 1984 fue un éxito enorme. Él fue el positivo de siempre: -optimista, entusiástico, animado, comprensivo y al mismo tiempo, habilmente analítico de las dimensiones legales y políticas de las relaciones de EEUU-Nicaragua y de la empresa que estábamos a punto de iniciar. Se ganó a los Sandinistas. Más allá de su calor y de su brillantez, la que ellos captaron rápidamente, vieron que él era un hombre del honor y del valor, que estaba dispuesto a tomar su caso como cuestión de principio y no los abandonaría si el camino se volvia duro, o si la administración de Reagan se volvia con maldad hacia él personalmente, lo que esta hizo en última instancia. Si hubieran entendido la palabra, habrían convenido que él era lo que le llamó su sobrino Adán, en el servicio conmemorativo llevado a cabo en su honor en el Colegio de Abogados de Harvard en septiembre de 2000: un tzaddik (en hebreo, un hombre justo). Abe se conectó inmediatamente con d'Escoto, el Ministro de Relaciones Exteriores. Ambos eran locuaces, sobresalientes y cultivados, que podrian discutir el arte, la literatura, la historia, la política, los alimentos, o el vino con igual aplomo. Eran también grandes cuenta-cuentos (ninguno de ellos se abstenia de sazonar sus historias con los nombres de los grandes personajes que habian conocido) disfrutando inmensamente de las historias y compañía del otro. Abe también se llevo bien con el tímido y el taciturno Ortega, al que le era más cómodo el escuchar que charlar. En una discusión que duró varias horas, Ortega contestó pacientemente a todas las preguntas con las que Abe le sondeaba, pregunas sobre si mismo, sus colegas en la Dirección Nacional, sus políticas, los objetivos domésticos y extranjeros (sus actitudes incluyendo hacia la democracia y los derechos humanos en Nicaragua y su compromiso con los rebeldes en El Salvador), y su relación con los Estados Unidos. Abe planteo preguntas similares a todos aquellos con los que se reunió en Nicaragua. Él concluyó que la prioridad mas importante de los Sandinistas era alcanzar mayor justicia social y económica para los pobres de Nicaragua, los que constituyen el setenta por ciento de la población, y que habían sufrido bajo la opresión y la explotación a través de la historia de Nicaragua, especialmente durante la dinastía de cuarenta y cinco años los Somoza. Abe se satisfizo que Ortega no era el dictador comunista a que la administración de Reagan intentaba presentar, solamente un nacionalista con valores humanitarios que estaba abierto a llevar a Nicaragua en una dirección democrática, con la influencia adecuada. Abe vio que la hostilidad implacable de los EEUU había empujado a Ortega en dependencia indeseada de la Union Sovietica y Cuba, así como las políticas domésticas del tiempo de guerra hacian mas importante la seguridad nacional que las libertades civiles.

Abe dijo a Ortega y los otros líderes Sandinistas de que Nicaragua que tenian un caso fuerte, pero no invencible, en contra de los Estados Unidos. Él explicó que los jueces de la Corte del Mundo eran juristas internacionales eminentes, y que primero aplicarían la ley, pero que también eran seres humanos y, como tales, no podian evitar el ser influenciados por la impresion acerca de que si Nicaragua era un demandante con el que habian que simpatizar o no. Para aumentar las probabilidades de que los jueces fallaran en favor de Nicaragua, él acentuó, el gobierno de Nicaragua tenia que hacer dos cosas: Primero, refrenarse de enviar los armas u otras pertrechos a los rebeldes Salvadoreños. Se veria como hipócrita, él dijo, de Nicaragua el quejarse por la ayuda de Estados Unidos para los Contras mientras que, al mismo tiempo, Nicaragua apoyaba a los rebeldes en El Salvador -sin importar los méritos de la causa de estos. En segundo lugar, dijo él, el gobierno nicaragüense tenia que eliminar las restricciones de las libertades civiles, porque al establecer un ambiente político más democrático haría que se le tuviera mas simpatia a la causa de Nicaragua, no solamente dentro de la Corte pero también dentro del congreso de Estados Unidos en la próxima batalla acerca de ayuda para la Contra. Abe sabía que no era su lugar el dar lecturas a Ortega acerca no-intervencion en El Salvador o democracia en Nicaragua; los Sandinistas, y muchos otros nicargüenses, estaba cansados de que extranjeros -especialmente norteamericanos- les dijeran lo que tenian que hacer. Sin embargo, Abe puso sabiamente su consejo político en el contexto de un abogado aconsejando a su cliente acerca de cómo ganar un caso. Él hizo que Ortega viera que la no-intervencion en El Salvador y la democratización en el país eran críticos para alcanzar los objetivos que los Sandinistas mismos de habían fijado: el éxito en la Corte Mundial y la derrota a la ayuda norteamericana a los Contras.

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Ortega aseguró a Abe que, después del fracaso de la ofensiva final de enero de 1981, Nicaragua había cortado los envíos de armas a El Salvador, y no los había renovado. Él (Ortega) dijo que estaba de acuerdo con Abe en este punto, y que los envíos no serían re-iniciados, por lo menos mientras la demanda estuviera pendiente. Para reforzar su mensaje, Abe advirtió que, con todo del equipo sofisticado de vigilancia a que los Estados Unidos estaban dirigiendo contra Nicaragua y hacia los puntos de tránsito hacia El Salvador, Nicaragua no podría enviar ninguna cosa sin que los Estados Unidos lo supiera, lo que Ortega comprendió bien. Ortega dijo ademas que comenzaría el proceso de relajar las restricciones a las actividades políticas, pero que mientras la guerra durase, ciertas precauciones se tenian que tomar para evitar que la CIA se aprovechara del sistema político abierto para desestabilizan al gobierno. De hecho, elecciones nacionales se celebraron en 1984 y eventualmente, al mejorar la situación de la seguridad nacional durante los años siguientes, la mayoría de las restricciones a las libertades civiles se eliminaron. lronicamente, fue Abe -y no la administración de Reagan- quien con eficacia sirvió a los intereses legítimos de los Estados Unidos, al animar a la Dirección Sandinista para que no interviniese en El Salvador y ejecutara reformas democráticas en el país. La Casa Blanca, con su política de confrontación, empujó a los Sandinistas en la dirección opuesta.

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REFERENCIAS:
1. Testimonio de David MacMichael ante la Corte Internacional de Justicia, Actividades Militares y Paramilitary en y contra Nicaragua (Nicar. v. V.S), de sept. el 16 de 1985, transcripción en 13-14.
2. Id. en 19-20.
3. Id. en 33.41.
4. Juan M. Goshko y Margaret Shapiro, 'Locutor O'Neill 'embosca' al presidente por querer que Nicaragua pida "uncle" (se rinda)'. Wash. Post, de febrero el 27 de 1985, en A16.
5. Id. en 11.
6. Declaración de Abram Chayes antes la Corte internacional de Justicia. Actividades la militares y paramilitary en y contra Nicaragua (Nicar. v. U.5.), de abril el 25 de 1984, transcripción en 28.
7. Id. en 30.
8. ld.at 57.
9. Declaración de Abram Chayes ante la Corte internacional de Justicia, Actividades militares y paramilitary en y contra Nicaragua (Nicar. v. Estados Unidos), de oct. el 8 de 1984, transcripción en 27.30.
10. Abram Chayes, Nicaragua, los Estados Unidos, y la Corte del Mundo, 85 COLUM. L. REY. 1445, 1446 (1985).
11. Id. en 1478-79.
12. Id. en 1477-78.
13. Ver MacMichael, nota supra 1, en 36.
14. Id. en 25-26.
15. Id. en 33, 41. 16. Patrick Buchanan, 'Los Contras Necesitan Nuestra Ayuda', Wash. Post de marzo 5 De 1986.

 

Este artículo se puede encontrar en el Boletín Jurídico lnternacional de Harvard, Invierno 2001 (The Harvard lnternational Law Journal, Winter 2001), Vol. 42 No.1 P 15-46. Reproducido en www.sandinovive.org con el permiso del autor. Traducido al Español por M. Estrada (3/2003). Nota de Traducción: Los terminos Corte del Mundo y Corte Internacional de Justicia se usan de manera intercambiable en este articulo.

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